En nuestro mundo actual, numerosas personas enfrentan a diario la confusión y la incertidumbre. Se debaten entre la duda sobre en quién confiar, a quién creer o cuál camino tomar. Ante este panorama, surgen figuras mesiánicas que pretenden liderarnos y dar sentido al caos que nos rodea. Sin embargo, estas figuras no son más que brújulas defectuosas, faros estropeados, ciegos guiando a ciegos.
«Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí» (Juan 14:6).
Los creyentes no somos ajenos a la duda, incertidumbre y confusión. Los mismos discípulos experimentaron tales sentimientos cuando el Señor les anunció su muerte. Existen momentos en los que podemos abrumarnos. No obstante, así como los discípulos recibieron palabras de aliento del Señor, sus palabras de ánimo y esperanza también van dirigidas a nosotros.
CAMINO
Imagine por un momento que se encuentra perdido en medio de un cerro. No sabe cuál dirección tomar, no hay rutas visibles y la desesperación se apodera de usted. De pronto, de la nada, se cruza con un erudito, un filósofo que ha dedicado años a estudiar los misterios del universo. La conversación resulta enriquecedora, y se sumerge con placer en las profundas exposiciones sobre Platón y Aristóteles. Sin embargo, ambos están igualmente desorientados.
En medio de la angustia, se cruzan con un joven pastor. Aunque no sea un erudito, conoce el cerro a la perfección y sabe la ruta para llevar a los perdidos de regreso a casa1. La pregunta es: ¿en quién confiar en este momento crítico?
En un mundo donde se sostiene que todos los caminos nos conducen a Dios, Jesús plantea algo distinto. Él declara conocer el camino que conduce al Padre y se identifica a sí mismo como esa senda, proclamando que él es el camino.
Por esta razón, los primeros cristianos eran llamados «los del camino»2, porque entendían que seguir a Jesús no era —ni debería ser— un compromiso superficial. El camino trazado por el Señor representa una forma de vida y una mirada sobre la realidad. Es una senda marcada por la entrega, el amor y la misericordia, pero también por el dolor, el sufrimiento y la muerte. Sin embargo, este camino que pasa por la cruz, es el que nos conduce hacia la gloria.
Jesús conecta al hombre con su Creador. Él ha venido con el propósito de reconciliarnos con Dios. La eterna separación y la perdición son ahora superadas a través de Cristo Jesús. Hay solución para los perdidos, hemos encontrado un camino a casa.
VERDAD
La eterna separación y la perdición son ahora superadas a través de Cristo. Hay solución para los perdidos, hemos encontrado un camino a casa. Share on XPara nuestros contemporáneos, lo verdadero, lo real, parece limitarse a lo que podemos experimentar con nuestros sentidos. De ahí que un Dios que no puede someterse al escrutinio del microscopio sea considerado irreal. No obstante, hay muchas cosas que van más allá de lo que podemos tocar o percibir, sin mencionar que incluso nuestros propios sentidos pueden ser engañoso.
Cuando Jesús declara «YO SOY LA VERDAD», nos muestra que la verdad de Dios no es solamente una noción abstracta, sino que está íntimamente ligada a su persona, sus enseñanzas, promesas y destino.
Jesús no solo transmite verdades, sino que encarna la verdad misma. Él es el agente autorizado, el representante de Dios, que revela su verdad de manera genuina. Cualquier búsqueda humana en busca de la verdad y de Dios inevitablemente nos dirigirá a Cristo.
En medio de la creciente incertidumbre, él constituye el fundamento en el cual podemos depositar nuestra plena confianza. El hijo de Dios no fallará.
VIDA
El apóstol Pablo —hablando a los atenienses— dice que en Dios vivimos, nos movemos, y somos3. La vida no es la mera existencia de los seres orgánicos. La vida trasciende a nuestra propia existencia. Aun cuando nada existiera, Jesús sigue siendo vida.
La única razón porque hay seres vivos a nuestro alrededor es porque hay vida en Jesús. Fuera de él todo está inerte. Aunque puede saltar, correr, gritar, si no está en Jesús, en el fondo su ser hiede.
He aquí el sostén de nuestra esperanza. En Jesús hallamos la plenitud de la vida, el significado de esta y el propósito de nuestra existencia. Aunque a menudo concebimos la vida eterna como un evento futuro, las palabras de Jesús nos revelan que esta esperanza está arraigada en nuestro caminar presente junto a él.
En definitiva, la incertidumbre y la duda no son ajenas a los seguidores de Jesús. Así que no tengamos miedo de plantear preguntas y buscar respuestas. Si aquel que se identificó como el camino, la verdad y la vida es quien dijo ser, responderá a nuestras inquietudes, tal y como lo hizo con sus discípulos: No se angustien. Confíen en Dios y confíen también en mí.
J. P. Zamora
Adaptación de sermón predicado en octubre del 2023 en la Iglesia Fuente de Restauración.