¿A quién iremos?

En pocos días cumpliré 11 años de matrimonio, un camino hermoso que siempre recomiendo, lleno de amor, aunque no exento de desafíos. Dos de nuestros hijos murieron antes de ver la luz o, como se dice popularmente, «perdimos dos bebés».

Quizás tú, querido lector, no hayas pasado por una experiencia tan desgarradora como la que mencioné, pero probablemente has sentido dolor, angustia y desesperanza en otras circunstancias. Has experimentado esos momentos en que todo parece desmoronarse a tu alrededor, en que los sueños se rompen y la tierra bajo tus pies se tambalea.

Frente a situaciones así —como la pérdida de un ser querido—, las palabras de consuelo pueden parecer superficiales. Los creyentes solemos, buscando un consuelo real, repetir las frases: «Dios lo quiso así», «todo tiene un propósito», «el futuro será mejor». Sin embargo, en medio de la angustia y el dolor, tales eslóganes, no traen el alivio que necesitamos.

Sin embargo, si somos creyentes, ¿qué más nos queda? La Escritura nos recuerda una y otra vez que nuestra confianza debe estar depositada en Dios, que Él cuida nuestros pasos y que, en el Señor, todas las cosas nos ayudan a bien.

«Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad. (Salmo 46:1 NTV)»

Uno de los grandes problemas es que, a menudo, no entendemos qué significa ese «bien». Pensamos que el «bien» al que la Biblia se refiere es a los planes que previamente trazamos. Un nuevo trabajo, la compra de alguna casa, una relación amorosa, un proyecto de vida. No digo que los proyectos que se frustran, los sueños que no se cumplen o el futuro que anhelamos sean malos o contrarios a Dios, simplemente quiero señalar algo en estas líneas.

El bien al que Pablo apunta en ese famoso versículo de la epístola a los Romanos capítulo 8, verso 28, es que seamos semejantes a Cristo. A veces olvidamos que, como cristianos, nuestro objetivo es parecernos a Jesús. O también sucede, que tenemos una imagen errada del Señor. No obstante, ¿Cómo fue Jesús? El Verbo encarnado experimentó nuestra realidad, sintió nuestra alegría y nuestro cansancio, padeció hambre y disfrutó de la comida, mostró bondad y, sin embargo, fue asesinado.

«La vida solo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero debe ser vivida mirando hacia adelante» — Søren Kierkegaard. Share on X

Søren Kierkegaard escribió alguna vez en sus diarios: «La vida solo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero debe ser vivida mirando hacia adelante1» Así es nuestra realidad: sólo con el tiempo podemos unir los fragmentos del pasado y darles cierto sentido, mientras la incertidumbre del futuro nos acompaña siempre, al menos, en este lado de la existencia.

Los cristianos no estamos exentos del dolor. Nuestra teología ha sido perjudicada por promesas vacías y sonrisas falsas, por la idea de que el creyente siempre saldrá de la enfermedad, que siempre tendrá un mejor salario, que siempre verá cumplidos sus sueños. Aunque poco popular, la verdad es que, al igual que nuestro Señor, también nosotros atravesaremos el valle de sombra y de muerte.

Es ahí donde cobra sentido la esperanza cristiana: en saber que el futuro, aunque incierto para nosotros, está seguro en las manos de Dios. Un Dios que sufrió dolor, traición y muerte, pero que venció a la muerte y los poderes del mal, al levantarse de entre los muertos.

¿Hay consuelo en creer que, para el creyente, todo obra para bien? Quizás no de inmediato, pero con el tiempo, al unir los fragmentos del pasado, comprendemos que esas palabras son ciertas. Hoy estamos aquí y somos lo que somos, por cosas que hace años no entendíamos. Hoy, en medio del dolor y la tristeza, lo único que nos queda es mirar al futuro, lleno de incertidumbres, confiando en las promesas del Señor, no hay otro camino. Como Pedro dijo una vez: ¿A quién iremos?2

No hay esperanza fuera de Cristo. Aunque esta afirmación pueda parecer carente de consuelo para muchos, es ahí donde debemos depositar nuestra fe. No es fácil comprender el caos de la vida, pero podemos confiar en esta verdad misteriosa: Dios tiene un plan. Sin Él, el mundo carece de sentido. Sólo nos queda lanzarnos al vacío, seguros de que la mano del Señor nos sostendrá.

J. P. Zamora


Foto de Jr Korpa en Unsplash

  1. – La idea de esta cita popular aparece en Kierkegaard’s Journals and Notebooks, Volume 2/ Kierkegaard, Søren, et al., Journal JJ:167 1843, p179, Princeton University Press, 2015
  2. – cf. Juan 6:68

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