Hablar de «hacer justicia» o de «justicia social» no es algo sencillo en las filas evangélicas. Para muchos, estos términos generan desconfianza, ya que pueden asociarse a ideas marxistas, materialistas y ateas 1. Sin embargo, Timothy Keller, comprendiendo la preocupación de muchos jóvenes cristianos que sienten el llamado a ayudar a los necesitados, busca arrojar luz, con las Escrituras, a la labor social que el creyente está llamado.
Es así que los cristianos, frente al tema de la justicia social, podemos caer en dos errores. Por un lado, olvidar nuestra responsabilidad social bajo el argumento de que lo único relevante es la labor evangelística; o por otro, volcarnos a causas sociales, separando nuestras acciones del evangelio de Cristo.
El pastor de la iglesia presbiteriana Redeemer, propone que no es necesario caer en ninguno de estos desequilibrios. Tim Keller sostiene que cuando el Espíritu nos capacita para entender lo que Cristo ha hecho por nosotros el resultado es una vida invertida en actos de justicia y compasión por el pobre2.
Así comienza un recorrido por la Biblia, donde muestra que en el Antiguo Testamento, la Ley de Moisés aborda temas de justicia social, como el perdón de deudas, la liberación de esclavos y la preocupación por los pobres. Las leyes sobre los diezmos, aunque orientadas en parte al mantenimiento del templo, también incluían diezmos para ayudar a los pobres, extranjeros, huérfanos y viudas3.
Con esto en mente, Keller explora las causas de la pobreza. Mientras que las perspectivas seculares suelen atribuir la pobreza a factores sociales fuera del control de los afectados o, por otro lado, al colapso familiar, la falta de autocontrol o incluso la inmoralidad del propio pobre, Tim encuentra en la Escritura una visión equilibrada. La pobreza puede ser resultado de opresión, préstamos injustos, salarios bajos, desastres naturales, ignorancia o fallos morales. Todo esto refleja la complejidad del fenómeno, y Keller advierte que no debemos simplificarlo ni ignorarlo.
«La Biblia enseña que lo sagrado de Dios, en ciertas maneras, se ha impartido a la humanidad de tal modo que cada vida humana es sagrada y cada ser humano tiene dignidad»4
Hasta aquí, dice Thimothy, algunos podrían argumentar que estos temas pertenecen al Antiguo Testamento y no conciernen a los cristianos. Más allá del error de ignorar todo el consejo de Dios5, Keller demuestra cómo la enseñanza de Jesús también refleja una preocupación por la justicia y los vulnerables. El Sermón del Monte y las parábolas —especialmente la exposición sobre la «Parábola del Buen Samaritano» y las referencias a observaciones que hace Jonathan Edwards— nos muestran que Cristo estaba profundamente comprometido con estos temas. Además, la iglesia primitiva, siguiendo las enseñanzas de Jesús, se volcó, entre otras cosas, al cuidado de los necesitados.
Finalmente, Keller nos invita a practicar la justicia en el espacio público, recordando que es el evangelio lo que nos debe motivar a hacer justicia, pero buscando también «valores comunes» para trabajar por el bien junto a quienes no comparten nuestra fe.
El libro nos desafía a analizar nuestra vida y nuestra manera de entender el «hacer justicia». No es fácil aplicar los principios que Keller extrae de las Escrituras. Aunque el autor ofrece numerosos ejemplos para iluminarnos, sigue siendo un reto lograr el equilibrio necesario entre dar un testimonio fiel de lo que Cristo ha hecho en nosotros y no olvidar que el evangelio, en última instancia, es el que transforma eternamente la realidad de las personas.
«Una vida entregada a hacer justicia a los pobres es la señal inevitable de una fe evangélica real»6
J. P. Zamora