Jehová es mi pastor: Nada me faltará

pastor

El Salmo 23 es, sin duda, uno de los más conocidos por cristianos y no cristianos. Sus versos han sido reproducidos en una infinidad de objetos, desde cuadros hasta tazas y poleras. Es comúnmente utilizado como amuleto protector o como fuente de esperanza en momentos de adversidad.

Sin embargo, precisamente por su inmensa popularidad, rara vez nos detenemos a profundizar en su significado. Hoy nos centraremos en su primer verso:

«Jehová es mi pastor; nada me faltará» Salmo 23:1 RV60

I.- JEHOVÁ

Para muchos cristianos evangélicos en Latinoamérica, la Reina Valera 1960 es la Biblia de referencia. Gran parte de los versículos que memorizamos están profundamente arraigados en nuestra mente en esta traducción. Sin embargo, aunque en el Antiguo Testamento solemos leer en nuestra RV60 que el nombre de Dios es Jehová, la realidad es que esta palabra no aparece en las Escrituras originales.

En Éxodo 3, Dios da a conocer su nombre de manera clara: YO SOY EL QUE SOY. Este nombre sagrado, escrito en hebreo como YHWH, es conocido entre teólogos y estudiosos de la Biblia como el Tetragrámaton.

Papiro Rylands
Papiro Rylands de la Septuaginta

Los judíos de la antigüedad tenían una reverencia tan profunda por este nombre que evitaban pronunciarlo, para no tomarlo en vano. Al leer el texto, decían Adonai, que significa “Señor”, en lugar de YHWH. Este respeto era tan grande que algunos manuscritos antiguos sólo incluyen cuatro puntos en referencia a este nombre. Con el tiempo, las consonantes de YHWH se unieron a las vocales de Adonai, dando origen a la palabra que hoy conocemos como Jehová.

¿Por qué es importante entender esto? Porque aquí se revela una pieza clave del rompecabezas.

La versión griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta, ampliamente usada en tiempos de Jesús, también respetaba este nombre sagrado. Cada vez que el texto hebreo decía YHWH, la Septuaginta lo traducía con una sola palabra griega: Κύριος, que significa Señor.

Cuando los primeros cristianos leían en los Salmos «El Señor es mi pastor», no pensaban en cualquier señor. Sabían que el Señor al que se refería el Antiguo Testamento era Jesús. Esto es fundamental: el pastor del Antiguo Testamento es el Buen Pastor del Nuevo. Entonces, si Jesús no es tu Pastor, no tienes pastor y te falta todo.

«Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen» Juan 10:14

2.- ES MI PASTOR

¿Eres una oveja del Señor? ¿Estás en el redil que Cristo pastorea? ¿Lo conoces, o más bien, Él te conoce a ti?

En el Antiguo Testamento, Dios es presentado como pastor; en el Nuevo, Jesús se revela como EL Buen Pastor. Él guía, enseña y corrige a su rebaño. Va en busca de la perdida y da su vida por sus ovejas. Por eso, ser oveja del Señor implica estar bajo su cuidado y habitar en un rebaño. No se puede ser oveja sin redil, al menos no por mucho tiempo.

Ahora surge una pregunta legítima: si Cristo es mi Pastor, ¿por qué necesitamos pastores humanos?

Aunque Jesús es la cabeza de la iglesia, Dios obra usando a seres humanos. Desde los profetas y sacerdotes, hasta apóstoles y maestros, Dios ha usado a seres humanos para cumplir sus propósitos. Esto no disminuye su soberanía; más bien, revela su deseo de involucrarnos en su obra. Así, Jesús pastorea a través de pastores humanos, quienes, aunque falibles, se convierten en instrumentos para alimentar, guiar y cuidar al rebaño. La iglesia se convierte en un cuerpo donde cada miembro contribuye bajo la dirección de la cabeza, Cristo, y mediante el ministerio de aquellos que Él ha llamado.

Cada creyente debe formar parte de una iglesia local y recibir pastoreo. No debemos ser ovejas errantes ni solitarias. Si eres oveja de Cristo, el Señor te ha llamado a un rebaño, a una comunidad de fe, a una congregación.

Insisto en este tema porque es fundamental. Ser miembro de una congregación nos permite ser enseñados, corregidos, guiados, edificados y amados. Negarse a esto es negarse a la obra del Señor.

«Negarse a ser guiados y corregidos es negarse a tener un Pastor. ¿Cómo podemos decir entonces que Cristo nos guía, si queremos ser nuestros propios pastores?» Compartir en X

He conocido creyentes que afirman tener a Jesús como Pastor, pero no quieren ser pastoreados. Se alejan ante la corrección o la enseñanza. Esto es un error. Negarse a ser guiados y corregidos es negarse a tener un Pastor. ¿Cómo podemos decir entonces que Cristo nos guía, si queremos ser nuestros propios pastores?

Por otro lado, que Jesús sea el Buen Pastor también interpela a quienes han sido llamados al ministerio pastoral. El camino del pastor es el camino de Cristo: amor y sacrificio, dando la vida por las ovejas. El pastor debe conocer a sus ovejas, pues rendirá cuentas cuando el Dueño del rebaño regrese. ¿Ha perdido alguna? ¿Ha descuidado a otra? ¿Ha causado sufrimiento innecesario?

Frente a todo esto, debemos recordar que Jesús, el Pastor de pastores, es el único perfecto. Los líderes humanos son respetados en la medida en que ejercen la autoridad de Dios y si llegan a abusar de su autoridad, podemos repetir junto con los apóstoles:

«Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29).

Sin embargo, el pecado o la negligencia de pastores no es excusa para abandonar al Buen Pastor. La respuesta no es huir, sino acercarse más a Él, porque si Cristo nos guía, nada nos faltará.

3.- NADA ME FALTARÁ

Esta es la parte del versículo que más nos atrae. Puede que nos resulte difícil reconocer a Dios como nuestro dueño, rey o Señor. O tal vez no nos guste la corrección y la guía de un pastor. Sin embargo, lo que sí nos encanta es saber que “nada nos faltará”.

En cada etapa de la vida, nos aferramos a este versículo. Cuando somos niños, “que nada nos falte” puede ser la nota perfecta en un examen. De jóvenes, tal vez signifique la carrera soñada, la pareja ideal y a medida que crecemos, puede significar una casa grande o el dinero suficiente. La lista de expectativas es interminable.

Pero el Salmo 23 nos invita a una comprensión más profunda. La provisión del Pastor no es para satisfacer nuestros caprichos, sino para suplir nuestras necesidades. El Buen Pastor no nos da simplemente lo que queremos, sino lo que necesitamos para cumplir Su propósito en nuestra vida. Esto puede manifestarse de formas inesperadas.

El Señor se revela como un Dios que provee, sin lugar a dudas. Satisface nuestras necesidades espirituales y materiales, permitiéndonos descansar plenamente en Él, incluso en circunstancias difíciles.

Esto nos recuerda Romanos 8, que afirma que a quienes aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. Él nos conoce profundamente y sabe lo que necesitamos. Nos otorgará aquello que sea para nuestro beneficio, con el fin de que alcancemos ese bien, la estatura del varón perfecto y nos asemejemos más a Cristo.

En ocasiones, esta provisión se manifestará como dinero, en otras como paciencia o incluso pruebas. Todo proviene de Su mano, y no podemos ignorar sus planes. A menudo nos quejamos por lo que nos falta, olvidando lo que sí poseemos. Quizás estamos agotados por el trabajo, pero tenemos un empleo. Lavar los platos puede ser molesto, pero significa que tuvimos una comida. Cuidar a los hijos puede ser agotador, pero indica que los tenemos.

El Pastor que nos cuida nos da lo que necesitamos. Nada nos falta. Si Jesús es nuestro Pastor, entonces lo tenemos todo.

«El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?» Romanos 8:32 NVI

¿Es Jesús su Señor? ¿Es Él su Pastor? Entonces confié: nada, absolutamente nada, le falta. Aunque no pueda ver y sus oídos no puedan escuchar, tenga la certeza de que Aquel que pastorea y lo lleva a buenos pastos tiene todo lo que usted necesita. Nada le faltará, nada le falta.

Si Jesús es su Pastor, su buen Pastor, entonces con toda confianza puede recitar, vivir y experimentar el Salmo 23.


Adaptación de sermón predicado el 17 de Agosto, 2025.
En la imagen de cabecera aparece el buen Pastor de Las catacumbas de Priscila

J. P. Zamora

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