No hay judío ni griego. Un pueblo sin barreras

«No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús.» (Gal 3:28 LBLA)

En la actualidad, el flujo de personas que se mueven de un país a otro en búsqueda de oportunidades y de una vida mejor ha tenido un crecimiento significativo. Es común toparse con gente de distintas nacionalidades, diversos modos de vidas y diferentes costumbres, lo cual plantea un desafío cultural y evangélico.

Mostrar que en Cristo las barreras que dividían a los hombres fueron rotas, nos debe llevar a acoger a hermanos del extranjero en nuestras comunidades de fe, aceptando los cambios que esto tendrá en nuestras reuniones, cultos y en nuestra manera de entendernos como hermanos, para así reflejar, a un mundo lleno de xenofobia y aporofobia1 la realidad del amor en Cristo.

En Chile es común ver cada domingo congregaciones que se reúnen con sus pares provenientes del mismo país. Ver Iglesias de Haitianos o Iglesias de Peruanos es algo muy normal en muchas comunas de Santiago. Si bien estas Iglesias de migrantes son una fuente de ayuda para quienes llegan al país, desconociendo su idioma y costumbres, también nos muestra el escaso trabajo que hemos realizado para poder conocer la cultura de nuestros hermanos extranjeros, de poder entenderlos, de hacerlos partícipes de nuestras comunidades y de darles espacio para desarrollarse ministerialmente en ellas, pues se han convertido en un testimonio de segregación que atenta contra el evangelio mismo.

"Para Pablo la entrada y pertenencia a la familia de Dios no tenía que ver con cambiar de cultura sino con la fe en Cristo, quien extiende la salvación a todos sin importar su raza, país de origen o cultura." Click para tuitear

El apóstol Pablo, hablando a los hermanos en Galacia, nos enseña que “Ya no hay judío ni griego (..) porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3:28 RV60), lo cual era una declaración que rompía con las ideas judías de superioridad nacional.

“El judaísmo consideraba la hendidura entre judíos y gentiles la más radical de la raza humana”2, esto generó una gran polémica entre los primeros creyentes judíos que pensaban que los gentiles, una vez que aceptaban el mensaje del evangelio, debían abandonar su cultura y abrazar las costumbres judías —circuncidarse y observar la Ley— para ser parte del pueblo de Dios y sentarte a la mesa. Pero para Pablo la entrada y pertenencia a la familia de Dios no tenía que ver con cambiar de cultura sino con la fe en Cristo, quien extiende la salvación a todos sin importar su raza, país de origen o cultura.

Así que si dos personas comparten la fe en Cristo, también pueden compartir la mesa, independientemente de la procedencia racial3. Somos un cuerpo, aunque diverso, un sólo pueblo en Cristo Jesús4.

Esto nos debe llevar a replantear nuestra manera de hacer comunidades cristianas. La segregación, el sentarse en distintas mesas, el mirar con desprecio al extranjero o incluso la incapacidad de compartir de igual a igual en un culto con hermanos de otros países, no viene dado por evangelio ni por la enseñanza bíblica, sino que es consecuencia de nuestros pecados y temores.

Es por esto que en una sociedad egoísta, que ve al extranjero como un enemigo, como un invasor que debe ser expulsado, la comunidad de creyentes tiene la oportunidad de entregar el mensaje de la reconciliación en Cristo de manera vívida.

«Mostrad, pues, amor al extranjero, porque vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto.» (Dt 10:19 LBLA)

barreras

Tenemos que abandonar el temor que levanta muros y separa a los pueblos, “si Dios ya está trabajando en todas las culturas y todas las culturas tienen su último cumplimiento en Cristo, entonces no hay necesidad de que una cultura someta a otra a su propio proceso de preparación para acoger a Cristo”5. Al enfrentarnos a una cultura distinta a la nuestra, debemos tratar de conocerla, comprender su manera de actuar y de entender el mundo, tomar una posición respetuosa hacia sus tradiciones y costumbres.

No podemos menospreciarla simplemente porque nos parece extraña o porque no estamos acostumbrada a ella, debemos recordar que el hombre ha sido creado a la imagen de Dios, y si bien, el pecado ha afectado a la creación, Cristo obra también en medio de hombres caídos.

Debemos entender que el amor prima sobre nuestras tradiciones a la hora de adorar a Dios, si es necesario, por ejemplo, agregar un segundo idioma a nuestras lecturas bíblicas por amor a nuestros hermanos, debemos hacerlo.

El evangelio empuja a que nuestras reuniones sean herramientas de integración. Cuando nos reunimos somos un solo pueblo, una sola nación, una sola familia, todos iguales delante del Señor. Somos el Templo donde habita la presencia de Dios y todos los que han sido sellados con el Espíritu Santo son de Cristo, sin importar si son judíos o gentiles.

Entender esto nos llevará a crecer en Cristo y a su vez a impactar a nuestra sociedad llena de divisiones, de odio, resentimientos y miedos. Es con actos como estos que la Iglesia puede influir orgánicamente en la cultura, no ocupando la vía de la autoridad, sino que por medio del testimonio, proclamando el evangelio con la vida.

J.P. Zamora
Foto encabezado: Zach Vessels.
Foto entrada: J.R. González.
  1. – Miedo y rechazo a la pobreza y hacia las personas pobres.
  2. – F.F. Bruce, Un comentario de la epístola a los gálatas. (Barcelona: Editorial Clie, 2004), 259.
  3. – N.T. Wright, El verdadero pensamiento de Pablo. (Barcelona: Editorial Clie, 2002), 130.
  4. – cf. Gordon D. Fee, Pablo, el Espíritu y el Pueblo de Dios. (Miami: Editorial Vida, 2007), 73.
  5. – Nigel Webb, “Conversaciones de sobremesa: comensalía en la conversión intercultural”, Ventana Teológica 13 (2019): 12, https://www.unisbc.edu.co/ventana-teologica
BIBLIOGRAFÍA:
  • Bruce, F.F. Un comentario de la epístola a los gálatas. Barcelona: Clie, 2004.
  • Fee, Gordon. Pablo, el Espíritu y el Pueblo de Dios. Miami: Editorial Vida, 2007.
  • González-Carvajal, Luis. Ideas y creencias del hombre actual. Santander: Sal Terrae, 1993.
  • Webb, Nigel. “Conversaciones de sobremesa: comensalía en la conversión intercultural”. Ventana Teológica 13 (2019): 12, https://www.unisbc.edu.co/ventana-teologica.
  • Wright, N.T.. Historia Eclesiástica. Barcelona: Clie, 2002.

Un pensamiento en “No hay judío ni griego. Un pueblo sin barreras

  • 6 de abril, 2019 at 11:52
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    Excelete profesor un abrazo desde la República Dominicana.

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