La cena del Señor: Seis aspectos a los que apunta

Cuando hablamos de la Santa Cena, casi siempre colocamos el foco en la naturaleza de los elementos: Si estos se convierten en el cuerpo y sangre de Jesús1, si la sustancia de los elementos permanecen y se les añade el cuerpo y la sangre del Señor2, si son sólo símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo 3, o cualquier otra posición en la discusión. Sin embargo, muchas veces pasamos por alto —como vimos con Bucero— el fondo de la cena del Señor, a lo que apunta.

1. Apunta a la unidad y amor.

«Porque al comer, cada uno toma primero su propia cena; y uno pasa hambre, y otro se embriaga» (1 Cor 11:21 LBLA)

Cuando Pablo escribe las instrucciones de la Cena del Señor a los corintios lo hace recriminando la actitud que tenían los unos con los otros. Los miembros de la congregación estaban replicando conductas incorrectas del mundo grecorromano, donde cada uno llevaba su propia comida y se olvidaba de aquellos más pobres que no poseían los recursos, ni el tiempo para preparar alimentos 4. Estas divisiones sociales transgredían directamente la dimensión horizontal de la Santa Cena.

No preocuparse de las necesidades de quienes comparten el mismo pan y la misma copa, es un atentado contra la iglesia y una contradicción de la práctica. La Santa Cena nos recuerda que somos una familia que se sienta a la mesa con su Señor, ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos somos uno en Cristo Jesús.

2. Apunta a la cruz.

«Porque yo recibí del Señor lo mismo que os he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió» (1 Cor 11:23-24 LBLA)

Pablo cita una frase dicha por Jesús en la última cena que compartió con sus discípulos: “Hagan esto en memoria de mí”. La cena pascual —para los judíos— era un recordatorio de las obras de Dios a favor de su pueblo, quien liberó al pueblo de la esclavitud de Egipto. Jesús resignifica esta conmemoración y establece ahora un memorial sobre su muerte.

El pan y el vino nos recuerdan el sacrificio de Cristo en favor nuestro. El pan que es partido apunta al cuerpo del Señor que fue entregado por nosotros, mientras que el vino alude a la sangre que se derramó en la cruz para nuestra salvación. Un solo Señor, un solo cuerpo, una sola sangre, un solo pueblo de Dios.

3. Apunta a Dios

Catacumba San Calisto
Eucaristía en Catacumba San Calisto

«El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él» (Juan 6:56 LBLA)

En la Santa Cena celebramos el amor y la gracia de Dios. En esta comida ritual, recordamos que hemos sido bendecidos por la gracia del Señor. Antes éramos sus enemigos, más ahora, por el sacrificio de Cristo, su cuerpo y sangre, experimentamos una relación íntima y personal con el creador de todo el universo.

4. Apunta hacia afuera

«Porque todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor proclamáis hasta que Él venga» (1 Cor 11:26 LBLA)

Cuando nos reunimos alrededor de la mesa para compartir la cena, anunciamos la obra del Señor en la cruz. Anunciamos que el pan que partimos es el cuerpo de Jesús que ha sido entregado para nuestra redención, y que la copa señala a la sangre con la que se ratificó el nuevo pacto.

La cena sirve como un recordatorio de la importancia de compartir el evangelio, y nos recuerda que sólo Cristo es el sacrificio que nos reconcilia con Dios y que solamente existe un camino para alcanzar la salvación.

5. Apunta al futuro

«En verdad os digo: Ya no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios» (Mr 14:25 LBLA)

«La muerte del Señor proclamáis hasta que Él venga». Con estas palabras el apóstol nos enseña que la santa cena apunta, también, a la resurrección y gloriosa venida de Cristo. Él vive y reina a la diestra del Padre, y ha prometido volver por su pueblo. Disfrutaremos el futuro banquete mesiánico.

Pablo nos recuerda que la realidad de la iglesia es escatológica, nuestra historia aún no termina. Cualquier circunstancia que vivamos es temporal, el dolor terminará y toda lágrima será enjugada por nuestro Dios. Lo que nuestro Señor hizo en el pasado, lo sigue haciendo hoy y lo completará sin error en el mañana.

6. Apunta a nosotros mismos

«Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba de la copa» (1 Cor 11:28 LBLA)

Ya hemos señalado a todo lo que este rito apunta. Sin embargo, ¿Examinamos nuestro corazón? ¿De qué manera?

Antes de sentarnos a la mesa debemos apartar un momento para reflexionar en nuestros pecados y faltas. Es importante estar a cuentas con el Señor al momento de recibir el pan y la copa. No obstante, la observación de Pablo a los corintios, nos debe llevar a examinar un tipo de pecado olvidado: el que cometemos contra la comunidad de creyentes.

Recordemos la escena que se detalla en la epístola a los gálatas cuando Pablo llama la atención a Pedro por no compartir la mesa con los gentiles (cf. Gal 2:11-21).

La mesa es el sitio donde la familia de Dios se reúne a compartir con el Señor, por eso el apóstol llamó la atención Pedro y, ahora, a los corintios. El pecado de ellos, y del cual no somos ajenos, es que se acercaban a la mesa buscando suplir sus necesidades olvidando las necesidades de sus hermanos.

Este pecado debe quedar fuera de la comunión, es necesario examinarse y reflexionar si con nuestras actitudes frente a la congregación estamos “dividiendo” al cuerpo de Cristo, no sea que se nos haga culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor.

«Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda» (Mt 5:23-24 LBLA)

En conclusión, si bien el debate sobre la naturaleza de los elementos es fundamental, muchas veces perdemos de vista otras artistas involucradas en la Santa cena, eucaristía o comunión. No valoramos el sentido futuro que nos da esperanza eterna, no agradecemos a Dios por su obra de gracia y menospreciamos a nuestro hermanos al olvidar que el sentarse a la mesa nos coloca en una relación horizontal, de amor y compromiso con quiénes nos acompañan.

La santa cena no es una comida más, y si no reflejamos el amor cristiano a los otros, ¿podremos decir que estamos cenando en realidad?


J. P. Zamora

  1. – Postura conocida como transubstanciación.
  2. – Postura conocida como consubstanciación.
  3. – Punto de vista asociado a Zwinglio.
  4. – cf. Coutsoumpos, Panayotis (2010). Comunidad, Conflicto y Eucaristía en la Corinto Romana. Editorial Clie. p.14

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